
No me quieras que no quiero tener que quererte. Yo no quiero saber nada de las cosas del querer. No me quieras que tú empezarás a prometer… y yo me lo creeré… y no me lo quiero creer. Pero si me quieres, no me quieras como lo hace un hombre, ni como lo hace un niño: los hombres mienten y los niños juegan. Mejor no me quieras y no te tendré que querer. Y si me quieres, quiéreme con las ganas del que nunca ha querido y la razón del que sí quiso alguna vez. Que me quiera tu mente como me quiera tu boca… ¡No! Tú no me quieras, que si no me quieres no me dueles y si no jugamos no podemos perder. Sin querer, se quiere mucho más que queriendo… No me quieras: que si nunca empezaras a quererme, nunca me dejarías de querer.
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